Cine Ludens: “Mulholland Drive”

Victor Navarro-Remesal
5 min readJan 20, 2025

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Cuesta creerlo, pero ha muerto David Lynch. Un mundo sin él resulta mucho menos interesante: el absurdo y el desasosiego han perdido a uno de sus mejores traductores. Lynch es una figura clave en mi vida, como lo es para muchísima gente, y en mi libro Cine Ludens: 50 diálogos entre el juego y el cine (Editorial UOC, 2019) le dediqué un capítulo a santo de Mulholland Drive, película que ilustra mejor que ninguna otra la manera lúdica que el cineaste tenía de relacionarse con sus propias ideas. Lo reproduzco aquí como homenaje, etcétera.

El libro se puede comprar en este enlace o en cualquier librería de confianza. En este espacio ya he compartido la entrada de Level Five, la de Tron y una traducción de la de The Flyign Luna Clipper.

“¿Habéis resuelto Mulholland Drive?”, preguntaba alguien en internet al poco de estrenarse la película. Y años después, ahí seguimos. Una búsqueda rápida nos devuelve decenas de textos y vídeos “explicando” este delirio de David Lynch, señalando coordenadas secretas y demostrando que, en efecto, todo encaja y solo había que examinar con atención el puzle. Ninguna de estas explicaciones, claro, se sostiene por completo, y así la pregunta se mantiene con vida. Mulholland Drive cuenta el romance entre Bettie, actriz aspirante recién llegada a Los Ángeles, y la amnésica Rita, y es la identidad de esta lo que articula el primer nivel de su misterio. Aunque se mezcla con asesinos a sueldo, médiums, cowboys extraños y otros elementos desconcertantes, aquí todavía podemos intuir un orden, buscar pistas y teorizar sobre el porqué de esas tramas. ¿Quién es Rita? ¿Quiénes son los demás? ¿Qué relación los une? Pero Lynch es Lynch, y en su tercer acto Mulholland Drive da un golpe de timón y salta a una versión alternativa del relato, en la que los mismos elementos se repiten en posiciones diferentes. Bettie es ahora Diane y Rita es Camille, las mismas caras en una nueva historia, y nuestras preguntas cambian con ellas: ¿Qué realidad es la auténtica? ¿Qué relación existe entre ambas versiones? ¿Qué son la llave azul y la caja que nos han hecho cambiar de mundo? Del juego detectivesco hemos pasado al hermenéutico e incluso al metafísico, en un mindgame film del orden más exigente: ¿qué demonios acabamos de ver?

Lynch, queda claro, nos está invitando a jugar, pero al mismo tiempo juega — en todos los sentidos — con nosotros. Durante la promoción, y seguramente obligado por la distribuidora, publicó diez pistas que retan al espectador a desentrañar su obra. “Presta atención al principio del film; fíjate en las apariciones de la lámpara roja; ¿quién da una llave y por qué?”, y así hasta volver — todavía más — locos a los espectadores-jugadores. Y es que estas diez pistas, un verdadero manual de instrucciones que más tarde se incluyó en el DVD, perfectamente podrían formar parte del verdadero juego que el autor ha dispuesto: usar el despiste y el engaño para esconder las propias reglas de la partida. Ya en su estreno, el diario The Guardian preguntó a varios críticos por su interpretación y muchos de ellos se encogieron de hombros: “Mulholland Drive no es como Memento”, decía Roger Ebert, “donde si te fijas con atención puedes esperar explicar el misterio. No hay explicación. Puede que ni siquiera haya misterio”. “Creo que es contraproducente seguir analizándola así”, añadía Jonathan Ross. “Es mejor”, cerraba Jane Douglas, “verla sin intentar deducir constantemente qué significa”.

En efecto, el film no parece hecho para ser resuelto, por mucho que memoricemos esas diez instrucciones. No va a encajar nunca. Para entender a qué juega, podríamos establecer algunas diferencias entre el mindgame y el puzzle film. Si este último sería un juego narrativo, en el que hemos de recomponer las diferentes piezas de la trama, el mindgame film opera a un nivel más radical. La cronología de Memento se puede resolver con un gráfico y Origen propone una trama-acertijo, pero Donnie Darko, The End of Evangelion (Hideaki Anno, Kazuya Tsurumaki, 1997) o La fuente de la vida sacuden algo más que la forma cinematográfica: ponen en duda nuestra propia manera de conocer el mundo, nuestra experiencia en él. Si son rompecabezas, en todo caso serán lo que se ha llamado impossible puzzle film, un cine de paradojas, bucles imposibles y ambigüedades irresolubles. Lo montes como lo montes, al puzle le van a sobrar siempre una o dos piezas.

Esto no quiere decir que tengamos que rendirnos y dejar de jugar. Sigue habiendo un orden oculto, un sentido, pero no llegaremos a él mediante un análisis racional. En su cine, Lynch nos pide que cuestionemos de manera constante la realidad a la vez que, aunque parezca contradictorio, aceptamos la perplejidad. “El misterio es bueno, la confusión es mala”, ha dicho, “y hay una enorme diferencia entre ambos”. Esta diferencia se comprende mejor si recordamos que Lynch es un ferviente practicante y defensor de la meditación transcendental, método que según él mismo usa para “pescar” ideas. Así, según argumenta, las ideas tienen una vida propia y aparecen ante él sin explicaciones, y él las trabaja y moldea hasta que encuentra en ellas una armonía y un sentido que escapa a la razón pero le satisface.

No es difícil comparar esto con otra práctica espiritual también más cercana al juego de lo que parece: el koan. Usado en algunas tradiciones del zen, como la escuela Rinzai, el koan es una afirmación o una historia breve que parece no tener sentido y que el estudiante ha de asimilar sin proporcionar soluciones. Dicho de otro modo: el koan no es un acertijo con respuesta sino una herramienta para cambiar el pensamiento, un juego que se sirve del lenguaje y la lógica para reconfigurarlos desde dentro. Algunos ejemplos clásicos son “¿cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?” o “¿tiene un perro naturaleza de Buda?” — este último reescrito con ingenio en Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) — . El koan es un juego entre él mismo y el estudiante pero también entre este y su maestro, un ir y venir al texto que busca un momento de “¡ahá!” que desplace más allá del entendimiento. No tiene explicación lógica, o su explicación es la comprensión de un nuevo juego, uno cuya única solución es que no tiene una solución única.

Tal vez Lynch intente esconder la solución de sus obras, tal vez nos engañe con la apariencia de sentido, pero jugando con Mulholland Drive se nos abre una opción más clara: quizá nos está proponiendo películas-koan que él mismo intenta resolver. Puede que además de gamemaster, Lynch sea, como nosotros, un jugador de sus propios mindgames. ¿La pista definitiva? En su libro sobre meditación trascendental y creatividad Atrapa al pez dorado (2009), el autor incluye un capítulo titulado “La caja y la llave” que consiste en una única línea: “no tengo ni idea de qué son”.

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Victor Navarro-Remesal
Victor Navarro-Remesal

Written by Victor Navarro-Remesal

PhD, Game Studies. Videogames, play, animation, narrative, humour, philosophy. The unexamined game is not worth playing.

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